FORO INTERNACIONAL SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS PARA EL DESARROLLO DE MÉXICO
FORO INTERNACIONAL SOBRE POLÍTICAS PÚBLICAS PARA EL DESARROLLO DE MÉXICO.
Ciudad de México 7 y 8 de Febrero, 2007
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco Mundial, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) han unido esfuerzos para organizar el Foro Internacional sobre Políticas Públicas para el Desarrollo de México. En el evento se darán cita expertos de nuestras respectivas instituciones y representantes de diversos sectores de la sociedad con el objetivo de intercambiar conocimiento y lecciones aprendidas sobre algunos de los principales retos económicos y sociales que enfrenta México en el corto y mediano plazo.Entre los temas que se abordarán destacan el crecimiento económico, la competitividad, la reducción de la pobreza y la desigualdad, la transparencia, la gobernabilidad democrática, el acceso a la justicia, el fortalecimiento de las instituciones y el capital humano.
NUEVA SEDE CENTRO BANAMEX Av. Conscripto No. 311, en la colonia Lomas de Sotelo, Ciudad de México
Foro Internacional sobre Políticas Públicas
para el Desarrollo de México
Palabras de Angel Gurría, Secretario General de la OCDE
Inauguración, 7 de febrero de 2007
Señoras y Señores,
El Foro Internacional sobre Políticas Públicas para el Desarrollo de México es un acto de innovación. Un esfuerzo sin precedentes para potenciar, a través del diálogo internacional y el intercambio de experiencias, el desarrollo social y económico de México. Ejemplifica además, el valor de la cooperación internacional, y las aportaciones que las instituciones globales podemos hacer a nuestros países miembros. Mi agradecimiento al BID, al Banco Mundial, a la CEPAL, al CIDE y al PNUD por su magnífica y generosa colaboración.
Para mí, en lo personal, este Foro reviste una importancia muy especial, ya que he tenido la oportunidad de conocer a fondo tanto los enormes desafíos que enfrenta México, como la riquísima variedad de instrumentos con los que la OCDE y las demás instituciones convocantes lo pueden ayudar. He estado de ambos lados de la mesa. En el 2000, me tocó dirigir los trabajos para la transición del gobierno en materia económica. De ahí surgió la inspiración para iniciar el esfuerzo que hoy nos ocupa, sólo que ahora con un mayor número de instituciones participantes.
México es una economía sólida con logros importantes en materia de estabilidad macroeconómica, al tiempo que ha llevado a cabo reformas importantes para consolidar su democracia y la apertura de su economía. Es una de las economías emergentes más estables. Sin embargo, este buen desempeño no ha sido suficiente para lograr un desarrollo equitativo y disminuir de manera significativa el diferencial de ingresos con los países más avanzados de la OCDE. Y es que la estabilidad es condición sine-qua-non, pero no suficiente para lograr el desarrollo que México urgentemente requiere.
El potencial de crecimiento (ubicado entre 3.5 y 4%) es muy bajo para hacer frente a la serie de rezagos que enfrenta el país. México es uno de los países con la distribución del ingreso más desigual en el mundo y enfrenta todavía el inmenso reto de superar las condiciones de pobreza en que viven muchos millones de mexicanos.
Una de las principales causas de este magro desempeño es la muy modesta en productividad de la economía mexicana. Mientras que en las economías más dinámicas del mundo este indicador ha crecido anualmente entre dos y cuatro puntos porcentuales de manera sostenida, en México la productividad ha crecido a menos del 1% en el sector formal, cifra que disminuye sensiblemente si incorporamos la economía informal.
La baja productividad nos dice mucho de la salud de una economía. Nos dice mucho del funcionamiento de los mercados y de la existencia de cuellos de botella. La productividad crece cuando existe un ambiente de plena competencia en todos los sectores, y cuando los insumos para la producción, la infraestructura y la preparación de la población son de alta calidad. Este no es todavía el caso en México.
Para mejorar la productividad y el crecimiento económico, el Gobierno de México tendrá que hacer frente a las grandes reformas pendientes. Estas reformas no son un fin en si mismo sino tan sólo un instrumento para impulsar la inversión, la creación de empleos, de empresas y la innovación. En un contexto internacional caracterizado por economías emergentes que crecen al 8% anual como mínimo, y en donde la producción, difusión y transformación del conocimiento es moneda común, México no se puede quedar atrás. Prácticamente todos los organismos multilaterales coincidimos en esta urgencia.
Las reformas urgen en varios frentes. En el mercado laboral, en el sector salud, en las pensiones y en el sistema judicial. En materia de educación, donde es inaplazable introducir severos estándares de evaluación, enfocar el sistema a la obtención de resultados medibles y pertinentes y a capacitar a las nuevas generaciones para competir en un mundo globalizado y cada vez más competitivo. A nivel del mercado de bienes y servicios, donde es esencial consolidar la plena competencia en sectores como el de las telecomunicaciones y el del transporte, entre otros. La libre competencia se traduce a su vez en precios más accesibles y mayor calidad y variedad de servicios; en una palabra, en una mayor competitividad.
Sin embargo, la más urgente, la más importante, la más trascendente de las reformas pendientes, es la reforma fiscal, que puede constituir uno de los más poderosos instrumentos del Estado Mexicano para enfrentar con éxito el Siglo XXI.
La recaudación impositiva de México en relación al PIB es la más baja de la OCDE. Si excluimos los ingresos petroleros, es de las más bajas del mundo. Ningún gobierno de ninguna tendencia política puede gobernar así con éxito. Lo hemos repetido una y otra vez: mientras México siga recaudando sólo el 12% de su PIB en impuestos (sin petróleo), no podrá invertir lo necesario ni en materia social ni en infraestructura, que son las dos turbinas del crecimiento competitivo.
Además de las limitaciones de la actual base fiscal, la vulnerabilidad de las finanzas públicas se acentúa, no solo por depender de un factor volátil como son los precios del petróleo, sino además por la previsible caída de la producción de crudo. Adicionalmente, la excesiva dependencia del fisco en los ingresos petroleros ha dejado a PEMEX sin suficientes recursos para explorar, modernizarse y aumentar su capacidad de producción y refinación. Ante un consumo interno creciente, esto está obligando a importar energéticos en cantidades cada vez más importantes. Es decir, la ausencia de la reforma fiscal afecta tanto a las finanzas públicas como a las finanzas PEMEX y a la balanza de pagos.
En la OCDE tenemos confianza en que la administración entrante cuenta con la competencia técnica y la capacidad política para plantear y promover la aprobación de la necesaria reforma fiscal, trabajando con un Congreso responsable y plural. En uno de nuestros Documentos de Política (Policy Brief) más recientes, que seguramente ya tienen en sus manos, y que forma parte del libro que contiene algunas de las aportaciones de la OCDE a la transición, presentamos una “radiografía” de la política fiscal mexicana, sus principales desafíos y posibles vías de mejoramiento. Por cierto que la traducción libre al español del título de este libro es algo así como “como atinarle”, que espero sea un buen augurio.
En nuestra propuesta se señala además la necesidad de ampliar la base fiscal, combatir la evasión, mejorar la administración fiscal, crear un sistema fiscal simple y transparente, eliminar las excepciones y las exenciones que faciliten la evasión y lograr un seguimiento y monitoreo eficaces.
México tiene capacidad para crecer a tasas anuales del 7 al 8% sostenidamente como China, India y Corea. Con políticas públicas de calidad y una instrumentación eficiente ello sería posible. Pero eso requiere de un Estado fuerte y próspero, del consenso entre las fuerzas políticas, de un fortalecimiento del presupuesto gubernamental, y de una mejoría en la calidad del gasto público, para lo cual es necesario primero modernizar el sistema fiscal y aumentar la recaudación de impuestos. La OCDE ofrece su más amplio apoyo para que México pueda concretar una reforma fiscal moderna, justa y competitiva.
Señoras y Señores,
Estoy seguro que en estos dos días haremos, todos juntos, una contribución muy valiosa al futuro de México. Este foro no es un evento aislado. Es parte de un proceso de más largo alcance que inició hace más de doce meses, cuando las cinco organizaciones internacionales participantes, nos reunimos con el propósito de apoyar el proceso de transición de México de manera conjunta. Ya hemos hecho nuestra contribución. Aquí la discutiremos con ustedes. Se trata más de un recordatorio ordenado que de cosas nuevas. Los mexicanos saben lo que tienen que hacer, pero quizá les sea útil saber lo que están haciendo otros en el resto del mundo sobre estos temas, y como lo están haciendo.
Es quizá ahí donde radica el reto más importante. Los países que nos compiten por el comercio, los capitales, los empleos y las oportunidades también saben que hacer, y lo están haciendo, a gran velocidad y con mucho éxito. Ya no hay más tiempo que perder.
Muchas gracias.
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